Alfred Douglas consideraba a Óscar Wilde como la representación del éxito, la brillantez y el mundo artístico. Cuando se conocieron, Wilde no era muy atractivo, se encontraba excedido de peso, fofo y tenia los dientes estropeados por el mercurio que había injerido para curar la sífilis. Sin embargo, Óscar compensaba sus carencias con ingenio y una conversación brillante, en la que abundarían comentarios como: «un cínico es alguien que conoce el precio de las cosas pero no su valor».
Alfred Douglas, a quien llamaban Bosie, había sido acusado de no corresponder al amor de Wilde, de quien aprovechaba su dinero y su generosidad. De igual manera, Alfred lo quiso a su manera y quizás su único error fue ser demasiado joven. En 1891 se conocieron, Alfred apenas tenia 21 años mientras que Wilde 37. Juntos exploraron el camino de la prostitución masculina en Londres durante la época victoriana. Al respecto, Óscar Wilde comparaba estas prácticas con «cenar con panteras», aludiendo a su peligrosidad. En alguna ocasión, uno de estos chicos, Albert Wood, se apoderó de algunas cartas que Wilde enviaba a Douglas y demandó una suma de dinero para devolverlas.
Alfred era un joven un tanto egoísta, muchas veces propenso a las rabietas y otro tipo de escenas en público, las cuales irritaban a Óscar. Además tenia ojos azules y cara de niño. Incluso, absorbía la mayor parte del tiempo de Wilde y le imposibilitaba escribir. Wilde disfrutó unos cuantos años de gloria, de 1892 a 1895, con el éxito de obras como “El abanico de lady Windermere” o “La importancia de Llamarse Ernesto”.
La vida de Wilde no fue fácil, muchas veces parecía caminar hacia la autodestrucción, en el fondo vivia atormentado por su homosexualidad. Douglas se dedicaba al jardín, o a aporrear el piano. Luego ambos iban al teatro, a conciertos, o a cenar, simulando ser desconocidos. Estaban conscientes de que el escásndalo estaba a la vuelta de la esquina. El peligro enardecía aún más su pasión. El escándalo estalló, y la verguenza, la ira y la venganza sulfuraron al padre del joven Douglas. El marqués presentó pruebas referidas a la homosexualidad de Wilde (la cual era considerada un delito). A raíz de ello, Óscar fue sentenciado a dos años de trabajos forzados por el crimen de sodomía. Sin embargo, tuvo la oportunidad de huir a París cuando se supo que la sentencia le iba a ser desfavorable, pero, en contra de los consejos de sus amigos, no lo hizo.
La sociedad en la que vivio Wilde condenaba la homosexualidad, entonces, naturalmente, el camino que tomaría Óscar seria el del matrimonio. Después de tener varias novias, se casó en 1824 con Constance Lloyd a los 29 años. Su esposa era una mujer bella y leal que intentó por todos los medios comprenderle. Con ella, tuvo dos hijos que la estropearon por lo que él empezó a sentir horror ante cualquier contacto y la convenció para que no tuvieran relaciones sexuales.
En 1886, la vida de Wilde cambió; le sedujo Robert Ross, un muchacho de diecisiete años que se convertiría en su amigo incondicional hasta el final y en su albacea literario, y descubrió el placer y la alegría del sexo entre hombres. Lord Alfred se casó, y Wilde enfermó de pena y cayó en la bebida. Se fué a París. Allí, sucio, sin dientes, casi ciego por la carcoma que atacó sus ojos, y convertido en un mendigo, leyó que Lord Alfred y su esposa habían tenido un hijo. Esto terminó de destruirle. Murió de meningitis a los 46 años, en 1900.
Alfred Douglas, a quien llamaban Bosie, había sido acusado de no corresponder al amor de Wilde, de quien aprovechaba su dinero y su generosidad. De igual manera, Alfred lo quiso a su manera y quizás su único error fue ser demasiado joven. En 1891 se conocieron, Alfred apenas tenia 21 años mientras que Wilde 37. Juntos exploraron el camino de la prostitución masculina en Londres durante la época victoriana. Al respecto, Óscar Wilde comparaba estas prácticas con «cenar con panteras», aludiendo a su peligrosidad. En alguna ocasión, uno de estos chicos, Albert Wood, se apoderó de algunas cartas que Wilde enviaba a Douglas y demandó una suma de dinero para devolverlas.
Alfred era un joven un tanto egoísta, muchas veces propenso a las rabietas y otro tipo de escenas en público, las cuales irritaban a Óscar. Además tenia ojos azules y cara de niño. Incluso, absorbía la mayor parte del tiempo de Wilde y le imposibilitaba escribir. Wilde disfrutó unos cuantos años de gloria, de 1892 a 1895, con el éxito de obras como “El abanico de lady Windermere” o “La importancia de Llamarse Ernesto”.
La vida de Wilde no fue fácil, muchas veces parecía caminar hacia la autodestrucción, en el fondo vivia atormentado por su homosexualidad. Douglas se dedicaba al jardín, o a aporrear el piano. Luego ambos iban al teatro, a conciertos, o a cenar, simulando ser desconocidos. Estaban conscientes de que el escásndalo estaba a la vuelta de la esquina. El peligro enardecía aún más su pasión. El escándalo estalló, y la verguenza, la ira y la venganza sulfuraron al padre del joven Douglas. El marqués presentó pruebas referidas a la homosexualidad de Wilde (la cual era considerada un delito). A raíz de ello, Óscar fue sentenciado a dos años de trabajos forzados por el crimen de sodomía. Sin embargo, tuvo la oportunidad de huir a París cuando se supo que la sentencia le iba a ser desfavorable, pero, en contra de los consejos de sus amigos, no lo hizo.
La sociedad en la que vivio Wilde condenaba la homosexualidad, entonces, naturalmente, el camino que tomaría Óscar seria el del matrimonio. Después de tener varias novias, se casó en 1824 con Constance Lloyd a los 29 años. Su esposa era una mujer bella y leal que intentó por todos los medios comprenderle. Con ella, tuvo dos hijos que la estropearon por lo que él empezó a sentir horror ante cualquier contacto y la convenció para que no tuvieran relaciones sexuales.
En 1886, la vida de Wilde cambió; le sedujo Robert Ross, un muchacho de diecisiete años que se convertiría en su amigo incondicional hasta el final y en su albacea literario, y descubrió el placer y la alegría del sexo entre hombres. Lord Alfred se casó, y Wilde enfermó de pena y cayó en la bebida. Se fué a París. Allí, sucio, sin dientes, casi ciego por la carcoma que atacó sus ojos, y convertido en un mendigo, leyó que Lord Alfred y su esposa habían tenido un hijo. Esto terminó de destruirle. Murió de meningitis a los 46 años, en 1900.
Fuente: Algunos extractos basados en 99 Amores de la Historia de Alicia Misrahi.